LECCIÓN DE HUMILDAD
Érase una vez, en un país denominado “Escondido”, en el que quedaban 300 hombres y no existía ninguna mujer. No había teléfono, ni medios de transporte. Se vivía como en la prehistoria.
Los vecinos más próximos eran de un pueblo que estaba a 500 km y había que escalar dos montañas de 9.700 metros, más o menos.
Ante esta triste situación, la gente decía: “si no nos podemos reproducir, este país dejará de existir”. Andaban todos ocupados, piensa que te piensa, en la forma de encontrar mujeres. Además, estaban más necesitados de una buena ducha que de mujeres; pues se duchaban sólo cuando llovía.
Un buen día sucedió algo inesperado, pues vieron aproximarse un ovni que, al cabo de media hora, aterrizó.
La gente se quedó sorprendida al ver que bajaban más hombres. Estos hombres eran extraterrestres, tenían cabeza en forma triangular, eran personas con sentimientos, pero su estética era desagradable y hablaban un idioma de signos, porque los sonidos que salían de sus gargantas eran tan estridentes que resultaban molestos a sus propios oídos.
Una persona de “Escondido” pensó: “¿que tal si les digo a los alienígenas éstos la idea de poder ir, todos nosotros, de vuelta con ellos a su planeta?”. A lo que acabó de pensar, se lo dijo a los extraterrestres, y ellos les dijeron: “bien, podéis venir a vivir a nuestro planeta, pero os tenemos que decir que, allí, los niños nacen sin necesidad de unión de un hombre y una mujer, pues, en nuestro planeta, se fabrican en laboratorios. Además, las mujeres son muy hermosas, pero no les gustan los hombres”.
Replicaron con soberbia todos los de “Escondido”: “en vuestro planeta, tendremos mujeres. Igual ellas sí que se fijan en nosotros, pues vosotros sois más feos que un culo de gorila”. Sin ofenderse, uno de ellos contestó: “si queréis os llevamos a nuestro planeta, y nosotros, volvemos a vivir aquí. Con este cambio, nosotros, podemos ir en busca de las mujeres de aquí, a ver si les gustamos”. Entre carcajadas respondió uno de “Escondido”: “Tendrás que recorrer 500 km y escalar bastante”. Dijo el extraterrestre: “no pasa nada, cuando vamos de paseo, vamos a 80km/hora”. “Me imagino que lo de escalar, estará superado”, dijo el de “Escondido”. El del otro planeta dijo que escalaban muy rápidos.
Y realizaron la operación. Nada más aterrizar, los de “Escondido” sufrieron la humillación de las burlas de aquellas bellas alienígenas para quienes la extrañeza de sus formas resultó casi tan desagradable como la altanería de su carácter. En cambio, a 500 Km de “Escondido”, los viajeros del espacio fueron muy queridos y valorados por su sabiduría y su carácter bondadoso.
Al poco tiempo el ovni viajó con un emisario para transmitir la felicidad encontrada y los antiguos habitantes de “Escondido” solicitaron regresar en el viaje de vuelta, envidiosos de tanta felicidad.
Un extraterrestre dijo a uno de “Escondido”: “Aprende a no valorar sólo el físico, y para que aprendáis esto, os quedareis a vivir aquí, hasta que seáis viejos.”
MORALEJA: No te rías de los defectos de los demás, porque todos tenemos defectos.
Érase una vez, en un país denominado “Escondido”, en el que quedaban 300 hombres y no existía ninguna mujer. No había teléfono, ni medios de transporte. Se vivía como en la prehistoria.
Los vecinos más próximos eran de un pueblo que estaba a 500 km y había que escalar dos montañas de 9.700 metros, más o menos.
Ante esta triste situación, la gente decía: “si no nos podemos reproducir, este país dejará de existir”. Andaban todos ocupados, piensa que te piensa, en la forma de encontrar mujeres. Además, estaban más necesitados de una buena ducha que de mujeres; pues se duchaban sólo cuando llovía.
Un buen día sucedió algo inesperado, pues vieron aproximarse un ovni que, al cabo de media hora, aterrizó.
La gente se quedó sorprendida al ver que bajaban más hombres. Estos hombres eran extraterrestres, tenían cabeza en forma triangular, eran personas con sentimientos, pero su estética era desagradable y hablaban un idioma de signos, porque los sonidos que salían de sus gargantas eran tan estridentes que resultaban molestos a sus propios oídos.
Una persona de “Escondido” pensó: “¿que tal si les digo a los alienígenas éstos la idea de poder ir, todos nosotros, de vuelta con ellos a su planeta?”. A lo que acabó de pensar, se lo dijo a los extraterrestres, y ellos les dijeron: “bien, podéis venir a vivir a nuestro planeta, pero os tenemos que decir que, allí, los niños nacen sin necesidad de unión de un hombre y una mujer, pues, en nuestro planeta, se fabrican en laboratorios. Además, las mujeres son muy hermosas, pero no les gustan los hombres”.
Replicaron con soberbia todos los de “Escondido”: “en vuestro planeta, tendremos mujeres. Igual ellas sí que se fijan en nosotros, pues vosotros sois más feos que un culo de gorila”. Sin ofenderse, uno de ellos contestó: “si queréis os llevamos a nuestro planeta, y nosotros, volvemos a vivir aquí. Con este cambio, nosotros, podemos ir en busca de las mujeres de aquí, a ver si les gustamos”. Entre carcajadas respondió uno de “Escondido”: “Tendrás que recorrer 500 km y escalar bastante”. Dijo el extraterrestre: “no pasa nada, cuando vamos de paseo, vamos a 80km/hora”. “Me imagino que lo de escalar, estará superado”, dijo el de “Escondido”. El del otro planeta dijo que escalaban muy rápidos.
Y realizaron la operación. Nada más aterrizar, los de “Escondido” sufrieron la humillación de las burlas de aquellas bellas alienígenas para quienes la extrañeza de sus formas resultó casi tan desagradable como la altanería de su carácter. En cambio, a 500 Km de “Escondido”, los viajeros del espacio fueron muy queridos y valorados por su sabiduría y su carácter bondadoso.
Al poco tiempo el ovni viajó con un emisario para transmitir la felicidad encontrada y los antiguos habitantes de “Escondido” solicitaron regresar en el viaje de vuelta, envidiosos de tanta felicidad.
Un extraterrestre dijo a uno de “Escondido”: “Aprende a no valorar sólo el físico, y para que aprendáis esto, os quedareis a vivir aquí, hasta que seáis viejos.”
MORALEJA: No te rías de los defectos de los demás, porque todos tenemos defectos.
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