sábado, 10 de mayo de 2008

"viajando también se aprende" por Nacho Olivar

Soy una persona con discapacidad que siempre me ha gustado mucho viajar y conocer mundo. Esta experiencia también me ha ensañado muchas cosas.
Recuerdo que cuando era pequeño me llevaron a Madrid para una revisión médica. Nunca olvidaré este viaje. Me gustó mucho ver una ciudad tan grande y con tanta gente, subir por las escaleras eléctricas, viajar en el metro, etc.
Tanto me gustó este viaje que al cumplir la mayoría de edad, el primer viaje que realicé fue a Madrid. Estuve un fin de semana. Al cabo de unos años pensé en dar a mi vida una experiencia totalmente nueva. Por esto me fui a vivir una temporada a Madrid. Este viaje me enseñó a conocer personas de diferentes condiciones y nacionalidades; aprendiendo tanto de lo bueno como de lo malo.
En esta gran ciudad también conocí a una asociación de personas con discapacidad. Esta fue la que me propuso si quería estar con ellos. Me dijeron que vendían unas agendas con todos los signos del horóscopo y que anualmente renovaban. Realmente, lo que hizo decidirme a quedarme con ellos fue una chica que formaba parte de esta asociación. Lo que sentí al verla era como haber oído una de mis canciones preferidas y después me pareció haber escuchado una sinfonía.
Al poco tiempo de estar ahí me di cuenta de que esta asociación no era legal. Eso sí, todas las personas de este centro se portaron bastante bien conmigo. Siempre nos decían a que hora debíamos acabar de vender, para hacer las cuentas y después cenar todos juntos. Si nos poníamos enfermos nos cuidaban. Aunque no vendiésemos, también podíamos comer y dormir. Casi todas las personas de esta asociación estaban casadas y tenían hijos. También observé que el dinero que obtenían era para poder vivir y para poder mantener a su familia. Nunca usaban el dinero para drogas o para otro mal fin.
En esta asociación conocí a una persona que a causa de un accidente de coche se quedó afectada física y mentalmente, aunque podía andar. Esta persona se portó muy bien conmigo. Se llamaba Carlos.
Después de desayunar todos juntos, empezábamos a vender. Yo vendía en cada comercio, bar, etc. Siempre iba afeitado y bien vestido. Con educación, decía que eran productos que nosotros elaborábamos y que el dinero que obteníamos de la venta era para mantener la asociación de personas con discapacidad, en la cuál nosotros estábamos. Más o menos podíamos ir cubriendo nuestras necesidades básicas y hasta poder guardar algo de dinero.
Yo sabía perfectamente que esto no era así. Los horóscopos que vendía esta asociación no los realizaban las personas con discapacidad, sino que los hacían en una imprenta. De cada agenda que nosotros lográbamos vender nos quedábamos el 50% y el resto se lo quedaba la asociación. Todo un negocio para esta organización.
Era evidente que esta asociación era ilegal. Por esto, para darle legalidad a esta y para dar credibilidad a lo que yo decía, siempre vendía con educación, mirando a los ojos y sin ponerme nervioso. Además, dejaba claro que nosotros formábamos parte de una asociación de personas con discapacidad y que las agendas que vendíamos eran trabajos que realizábamos en talleres ocupacionales.
Un día que estaba vendiendo me paró la policía. Con total naturalidad y sin ponerme nervioso, les dije que eran productos que nosotros hacíamos y lo que sacábamos de la venta era para mantener esta asociación. Sin duda alguna, esta actitud mía daba lugar a que los policías pensaran que yo no tenía nada malo que esconder. Con esto también conseguía que los guardias civiles pensaran que la responsabilidad no era mía, sino que iría para esta asociación por no estar legalmente constituida.
Lo que no me gustaba de esta asociación era que nos echaban la bronca cuando nosotros vendíamos poco, para que procurásemos vender más. Eso si, nunca nos maltrataban o coaccionaban por esto. Mi compañero Carlos era el que mas vendía de todos nosotros. Se enfadaban con él cuando algún día vendía menos, porque sabían que podía vender mucho. Esto que hacían con mi compañero Carlos todavía me gustaba menos. Lo que estaban haciendo con él y con todos nosotros, era una falta de respeto hacia las personas con discapacidad, porque con estas broncas nos maltrataban psicológicamente. Además, esta asociación vivía gracias a nosotros, ¡que bien cansados llegábamos de vender!
Por todo esto que os he contado, una noche le dije a mi compañero Carlos que cuando estuviera vendiendo y se encontrase con la policía, que huyese. Ya que con esta actitud, la policía sabría que el si que tiene algo que esconder y esto ayudaría a que esta asociación tuviera que dar explicaciones, y merecidamente, de cómo podían tener a esta persona vendiendo de esa forma y de lo que le sucedía si vendía poco. Esto se lo dije porque era la persona que más apreciaba de la asociación y no veía justo que se aprovecharan de su desgracia, para que esta asociación se beneficiarse a su costa, y por si fuera poco, que le montasen semejante bronca, si algún día vendía menos. También se aprovechaban de todos nosotros.
Para acabar, diré que este viaje me ha enseñado muchas cosas, una de ellas la importancia de estar en una asociación de personas con discapacidad que sea legal. Antes de este viaje y ahora, estoy en una. Siempre se han portado muy bien conmigo y me han ayudado mucho. Siempre les apreciaré.
"reflexiones de un bandido", programa 61º E.B. [9.5.08]
acceder al guión

No hay comentarios: